Hemos llegado a la conclusión de que podemos hablar de acciones mentales, aunque nuestro conocimiento de ellas solo se dé por introspección y comparación.
Por introspección, porque por experiencia íntima sabemos que nuestras acciones físicas casi siempre tienen su origen en intenciones y deseos, en acciones mentales.
Por comparación, porque, al observar en otras personas acciones físicas similares a otras que nosotros mismos hemos realizado, suponemos que detrás de esas acciones hay motivos, deseos, intenciones y acciones mentales parecidas a las que a nosotros nos llevan a actuar de manera parecida.
En definitiva, cuando hablamos con personas, suponemos que no estamos ante robots o seres programados, sino que detrás de su comportamiento existe una intención, o al menos un pensamiento. Lo creemos incluso en cuando tratamos con un militar que actúa de la manera más similar a como actuaría un robot bien entrenado: obedece órdenes, es cierto, pero es de suponer que opinará algo sobre esas órdenes, o al menos sobre la necesidad de obedecerlas y cumplirlas.
Es cierto, sin embargo, que cada persona suele percibir su propio comportamiento como plenamente libre y voluntario, mientras que considera el comportamiento de los demás como determinado por esto o aquello.
Algunos historiadores marxistas califican a las personas como entes sociales cuyo comportamiento está determinado por factores económicos e históricos. Lo curioso es que no parecen incluir dentro de dicha calificación la propia labor interpretativa que ellos realizan. Eso, como es obvio, les conduciría a un círculo vicioso que pondría en cuestión el carácter científico del propio marxismo. Ya veremos que este es un asunto que tiene que ver con nuestro argumento principal, pero que se relaciona mucho más con la sociología, la historia, la economía y otras ciencias afines o subalternas, como la estadística.

Mujeres como un engranaje más de la maquinaria.
Continúa en Un universo sin conciencia
ACERCA DEL KARMA
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