Estos días (2004) leo en la Biblioteca Nacional de Madrid algunas obras de Plutarco.
Plutarco es muy conocido por sus Vidas Paralelas, una serie de obras en las que compara a un personaje griego con uno romano: Alejandro con César, Pericles con Fabio Máximo, Alcíbiades con Coriolano. Esas vidas paralelas son muy interesantes y todavía se leen, incluso por personas no aficionadas al mundo grecolatino.
En el siglo XX, el escritor austriaco Stefan Zweig retomó la idea de Plutarco y escribió biografías triádicas, en las que comparaba a tres personajes con la excusa de un tema o un asunto que tuvieran en común. Por ejemplo: La lucha contra el demonio (Holderlin, Nietzsche, Kleist) o Tres poetas de su vida: Casanova, Stendhal, Tolstoi.
Todas estas triadas de Zweig son fascinantes, como lo son también muchas o todas las biografías que Zweig dedicó a una única persona, por ejemplo la de Fouché, que sirve para entender la Revolución francesa de una manera que en ciertos aspectos supera a la verdad de los libros de historia convencional; o la de Montaigne, escrita poco antes de que Zweig se suicidara, que es una de mis favoritas.
Como decía al comienzo, ahora estoy leyendo a Plutarco, y en concreto las obras morales y de costumbres que se conocen como Moralia. Yo estoy muy lejos de ser un moralista y por regla general no me gusta recurrir a planteamientos morales para justificar lo que hago o lo que opino.
Entiéndase bien lo anterior: no es que esté en contra de actuar moralmente, si por “moralmente” entendemos, por ejemplo: “actuar de manera justa, sin dañar a los demás”. También podría estar de acuerdo en considerar, de una manera más o menos ligera, que algo es moral o inmoral: “la guerra es inmoral”.
Pero una cosa es usar el adjetivo o calificación moral o inmoral para referirse a algo concreto y otra hacer de la moralidad un deber, una filosofía o un sistema dogmático. Quienes acuden a la moralidad para justificar sus actos me producen una desconfianza instintiva, como quienes hablan del deber o del sacrificio, de la fidelidad y de todas esas supuestas virtudes que parecen como un memorandum o que hay que llevar siempre encima para reprimir nuestros malignos impulsos naturales. Como se dice en el Zhuang Zi: “¿A qué ese sonar de tambores buscando la moral como quien busca a un niño perdido?”.
A pesar de todo lo anterior, me gusta mucho Plutarco y su Moralia, y casi siempre estoy de acuerdo con él, o al menos, si no comparto sus opiniones, siempre me interesa lo que dice y lo adapto a mis propias ideas o a mi manera de ver la vida. Plutarco es siempre una delicia, un escritor ameno y ocurrente, un erudito que sabe usar la cita adecuada en el momento adecuado, una persona que habla al lector como quien habla a un amigo. Me atrevo a decir, sin comprobarlo, que es el escritor más parecido a Montaigne y aquél al que, Montaigne sin duda debe más en su manera de escribir y en su estilo. Pronto escribiré un texto en mi serie “Cosas que he aprendido de…” dedicado a Plutarco, aunque es una tarea difícil, porque es muchísimo lo que de él se conserva. Es más fácil escribir sobre Aristipo, del que sólo quedan escasos fragmentos.
Hoy en día Plutarco no tiene muy buena fama, sin duda debido al mucho éxito que tuvo durante siglos entre los moralistas, y particularmente entre los moralistas conservadores. La verdad es que hasta hace unos siglos no había muchos moralistas de izquierda, pues empezaron a proliferar tras la revolución francesa. Ahora se da la paradoja de que casi no quedan moralistas de derecha (al menos en Europa) aunque sí abundan los de izquierdas. En realidad, sí existen, por supuesto, moralistas de derechas o conservadores, pero a lo que me refiero es a que no tienen mucho predicamento fuera de sus círculos más inmediatos: casi nadie les cree y casi nadie piensa que ellos mismos crean realmente en lo que dicen, probablemente con razón. En la actualidad, la denominación de inmoral, que antaño se aplicaba a los ateos, a los revolucionarios y a los izquierdistas, hoy se reserva para personas que se sitúan en el espectro de la llamada derecha, mientras que en el espectro de la izquierda abundan los puritanos, los censores y los moralistas doctrinarios a los que me referí al principio.
[Escrito el 26 de abril de 2004]
ÉTICA, SOCIEDAD Y COSTUMBRES
[Se incluyen temas como “optimismo y pesimismo”, virtudes y defectos”, etc]
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